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GUZPEÑA |
| Zapatero a tus zapatos. Cuando se inicia el proceso de valorar y apreciar una obra de arte, aunque parezca obvio, lo que tenemos delante de nuestros ojos es una obra de arte. No tenemos delante un caballo que corre por las praderas, ni unas frutas emitiendo su olor, ni un paisaje en el que la humedad de la mañana refresca los sentidos, lo que tenemos cuando apreciamos una obra de arte, que puede ser una pintura, son un conjunto de elementos plásticos (color, línea, punto, composición, ritmo, equilibrio...) que interactúan entre sí. Estos elementos y sus combinaciones pueden transmitirnos sensaciones y emociones parecidas a las que sentimos cuando nos sentamos en la ladera de la montaña para contemplar la belleza del atardecer. El respeto a las ideas y conclusiones a las que llegan otras personas es fundamental, pero éstas no se deben sustentar en una actitud opaca frente al arte y su significado. Debe quedar claro que la manifestación de opiniones necesita el respaldo del entendimiento de la temática de lo que se está hablando. La ignorancia sentencia “esto es una mierda” sin aportar ningún razonamiento, mientras que la sabiduría suele decir “no me gusta, no lo entiendo, tal vez si poseyese las claves”. Prejuzgar y hablar sin la sabiduría adecuada son algunos de los grandes defectos y peligros de la sociedad actual. El prejuicio emitido desde el desconocimiento, por no decir ignorancia, además movido por malas ideas e intenciones con finalidades de oscuras pretensiones son un lastre para el desarrollo de una conciencia abierta, receptiva y tolerante. Y sobre el arte se encuentran múltiples prejuicios emitidos desde dos orillas. A un lado las opiniones de los que desconocen la materia del arte y sus cimientos. Al otro lado los fundamentalistas y sabios doctores estudiosos sobre la ciencia artística. Unos quieren imponer líneas de actuación válidas según sus ideales trasnochados. Otros nos invitan a comulgar con ruedas de molino. Uno de los escollos más importante que hay que solventar con las personas no curtidas en la creación artística es el de la representación de la realidad. Cuando una pintura se aparta de la representación del mundo real, comienzan los problemas y los profanos se colocan a la defensiva como si los artistas estuviésemos intentando gastar una broma pesada. Y cuanto más figurativa es la obra y con más fidelidad reproduce lo real, mejor, las dudas se disipan. Han pasado ya muchos años desde que el arte rompió con la creación más clásica, pero no hay manera, hay que seguir soportando frases del tipo “eso lo hago yo”, “el artista nos está tomando el pelo”, “y eso vale millones, pues vaya mierda”. Es curioso que se tengan más reparos en opinar en otras ramas más científicas del saber, pero de política, arte y economía, muchos entienden en abundancia y tenemos licenciados y estudiosos de vía estrecha por todas partes. Y, además, si te has dedicado a la enseñanza te habrás dado cuenta de que más de un mocoso se cree licenciado en historia del arte y se siente con derecho a opinar y denostar cualquier creación artística, como si hubiese nacido ya entrenado para el prejuicio y la violencia verbal. Es fácil entender que no todas las obras figurativas son buenas por el hecho de representar la realidad. Que la fidelidad en la representación de un objeto no es lo que concede la valía a una obra de arte. Es fácil entender que hay mucho arte figurativo que nos desagrada. También tenemos mucho arte no figurativo de dudosa competencia. Y, por supuesto, obras de rabiosa contemporaneidad de muy difícil justificación. Está claro entonces que en el arte hay algo más que la representación de la realidad para considerar una obra genial. Lo mismo ocurre en las obras no figurativas, no basta con colocar un color tras otro y una línea al lado de otra para ejecutar una pieza extraordinaria. Existen novelas con una historia atractiva que son infumables y de lectura tediosa. Lo mismo, poner palabras una detrás de otra, sin más, no hacen una obra genial. Curioso es el hecho de que en las artes decorativas ninguna persona pretende encontrar una representación fiel de la realidad y, sin embargo, disfrutan de sus formas y geometrías sin poner en evidencia suspicacias muy comunes con otras artes. En cualquier objeto decorativo se prefiere el esquematismo, la síntesis, la deformación de la realidad. La actitud del profano cambia cuando pasa de la apreciación de un objeto decorativo a la apreciación de una pintura. Siglos y siglos de arte, desde la prehistoria hasta el románico y el gótico. Periodos y épocas donde la representación artística se apartó de la fidelidad en la representación de lo real. Más de un siglo ha pasado ya desde la ruptura definitiva y el nacimiento de múltiples diversificaciones dentro del mundo del arte. Qué sucede entonces para continuar dando vueltas y más vueltas a los mismos temas. No es más fácil sentir, disfrutar y amar. Y, por supuesto, leer, estudiar y aprender. ![]() "Aparición Vadiniense en un paisaje de Arroyo al revés". Acrílico sobre lienzo. 130x162. 2014. |
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Enrique Rodríguez Guzpeña |