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Los títulos.

   Cuando nos posicionamos enfrente de una obra de arte para deleitarnos con la imagen que ésta nos propone, el sentido de la vista entra en acción, escudriña figuras y colores, asocia imágenes y conceptos, reconoce configuraciones asociando estructuras y formas. En este primer impacto visual el análisis se produce libremente y la sensación que nos produce la obra de arte se muestra con total sencillez y sinceridad.

  Es la libre mirada del espectador la que dispone las relaciones y sensaciones en el análisis y comprensión de la obra. Podemos, como autores, reflexionar sobre nuestros trabajos con palabras, pero la explicación que podamos dar nunca se acomoda de manera íntegra a la apreciación intuitiva del observador.

   El proceso de aprendizaje cultural, el conocimiento del mundo, la experiencia vivida a través de sensaciones, emociones, frustraciones y miedos, las creencias y convicciones, todo afecta a nuestra percepción y a la manera como evaluamos las obras de arte influyendo en la significación que descubrimos en ellas. La apreciación de la obra se funde con nosotros mismos, con nuestra experiencia vital. Al contemplar una obra de arte, sin querer, estamos realizando una regeneración y transformación, haciendo pasar la imagen visual a través del tamiz de nuestros sentidos, marcándola con nuestra peculiar manera de sentir y pensar, acoplándola a nuestra sensibilidad y experiencia.

   La pintura y el arte en general se concibe para sugerir aspectos de la realidad, para evocar ideas y conceptos, o simplemente para jugar con líneas y colores. El artista que engendra la imagen cristaliza a través de sus destrezas manuales, mentales y estéticas una evocación íntima. La persona que contempla la obra de arte realiza una reinterpretación a través de una observación condicionada por su experiencia y conocimientos previos.
Además, el artista crea la obra en un entorno y en un tiempo determinado, que no tiene nada que ver con el contexto y el momento en el que otra persona observa la obra.

   El primer impacto visual con la obra de arte sucede con anterioridad a la recepción del mensaje emitido en el título de la obra que generalmente trata de introducir en la apreciación de la imagen un factor más de reflexión. Con el conocimiento del título el espectador intentará buscar la conexión entre la palabra o palabras y su experiencia visual ante la obra. Pero hay que tener en cuenta que el artista con la introducción del título está creando un elemento disruptivo, un concepto que bruscamente produce una interrupción en el proceso natural de apreciación de la obra. El título, con intención o sin ella, implica un deseo de alterar y trastocar, modificando la visión inicial del espectador, introduciendo mediante el uso de palabras, que no tienen por qué tener una noción lógica, un elemento conflictivo.

   Estamos ya acostumbrados a que muchas creaciones carezcan de título, pero, tradicionalmente las obras de arte vienen acompañadas de esa breve aclaración. En principio observamos y analizamos la obra, para pasar después a la lectura de esa pequeña nota explicativa que acompaña a cada pieza. ¿Una vez realizado este proceso, de qué manera influye el título en la apreciación de la obra? La interpretación que intuitivamente estábamos realizando cambia sustancialmente. La obra se convierte sin quererlo en cautiva del título. El significante original queda trastocado y deforma la primera apreciación.

   Después de esta breve disertación, voy a intentar describir lo que ha sucedido con mis pinturas y con sus títulos. Sin apartarme de las pretensiones descritas anteriormente y teniendo muy claro que los títulos que propongo producen un efecto disruptivo en la evaluación de las obras, realmente detentan componentes mucho más pragmáticos. Sin condenar la capacidad evocadora del título, la frase elegida para cada pintura tiene una motivación, en principio, que tiene más que ver con la utilidad que con la idealidad. Normalmente mi pretensión es crear un vínculo mental entre título y obra para clasificar cada pieza y recordar que pintura está detrás de cada título. El vínculo creado en la concepción del título resulta muy efectivo para identificar cualquier pintura y es muy práctico en exposiciones, conversaciones o listados de obra. Por tanto, no suele haber una relación directa entre título y aspectos plásticos, el vínculo se establece en otros niveles y con otras intenciones. De todas formas, lo dicho no despoja a los títulos que planteo en mis pinturas su carácter evocador y sugerente, ni tampoco, la capacidad que poseen para entablar ese diálogo chocante que trastoca la visión inicial de la obra.

   El origen de los títulos de mis obras es muy variado y responde a razones y motivos muy diversos. Veamos algunos ejemplos:

    Algunas de mis creaciones van acompañadas con títulos como: “Invisible compañía”, “Memoria del viento”, “La quietud y las sombras”, “Tarde de fiesta”, “La canícula y la abundancia”, “Felices litorales”, entre otros. Es indudable el vínculo de estos títulos con la poesía, con el deseo de jugar con las palabras.

   La frase título puede provenir de una poesía escogida aleatoriamente. Durante mucho tiempo utilicé para este fin el libro “Sílabas negras” de Antonio Gamoneda. De aquí surgieron “Cada espejo con su vértigo”, “El silencio y sus círculos”, “Temblor de cauces”, por ejemplo.

   Otras veces, mientras realizo la pintura, algún detalle me sugiere el título produciendo un anclaje perfecto con la obra, facilitando el recuerdo: “La cueva de la codicia”, “Seis, dos, uno”, “Caballo de hierro”, “Las ganseras”.

   En otras ocasiones el título hace referencia a un suceso acaecido durante la creación de la obra: “La medalla”, “El rechazo”, “Comunión inminente”, “Uno de tantos”, “Septiembre es un mes triste”, “Camino de escarcha y cielo”, “Recuerdos de pétalos y palomas”.

   También puede hacer referencia a la música que estoy escuchando “Los cinco minutos”, “Los cuatro luceros”, “Te hacen florecer”, “Siete crisantemos”, “Corazones de lata”, “Escalera de color”.

   Otras veces se corresponde con el número de obra realizada en el año: “Veintinueve de dos”, “Treinta dos”, “Eclectico 36-2”, “Seis de tres”, “Composición recuerdo 14”, “Casa 19”, “Terminal 28”.

   A partir del año 2003 titulé a alguna de las obras realizadas en el mes de septiembre “Un año después”, “Dos años después” y así sucesivamente como pequeño recuerdo al que fue mi gran amigo Ignacio.

   En “Lesbio” y “Dipilón”, por ejemplo, el título hace referencia al origen de los motivos geométricos que decoran las cenefas dibujadas en los cuadros.

   En “Aparición Vadiniense en un paisaje de Arroyo al revés” el título es un homenaje a una conocida obra de Eduardo Arroyo que me sirvió de inspiración.

   En la serie “Gamusinos” los títulos designan lugares de mi pueblo natal y su comarca. Son localizaciones reales de las que conservo hermosos recuerdos donde, de niño, recorría todos los rincones. La fuente de la Hervencia, la ladera de Monterrejo, el bosque de Calongo, las tierras de las Barrisqueras, etc.

   En todas las obras de la serie "Metáforas" aparecen dos figuras principales de parecidas dimensiones. Las dos imágenes, como dos personajes solitarios, se presentan sobre un paisaje sin profundidad. En esta serie los títulos también recrean una extraña pareja “La grandeza y el rocío”, “La calidez y el acervo”, “El camino y la calma”, “El lamento y la cosecha”. Las dos palabras utilizadas, por lo general, hacen referencia a dos conceptos muy diferentes creados como puro juego poético y que no tienen nada que ver, en principio, con la obra artística como tal. En este caso, como comenté antes, el título de la obra trata de introducir en la apreciación de la pintura un factor más de reflexión.

   Últimamente, el método de trabajo que utilizo para la elaboración de mis obras comienza con un análisis sistemático entre las pinturas que he realizado en los últimos treinta años. En la serie “Recordanza” tendremos una única palabra, relacionada con el título de alguna de las obras que sirvieron de inspiración, “Balcones”, “Clamor”, “Invisible”, “Aperos”. En el resto de las nuevas series el título hace referencia a la obra que utilicé como modelo para realizar las modificaciones y transformaciones que dan como fruto una nueva obra, “Alteración 1 Canícula”, “Novena 1ª Minero”, “Fragmento 1 Celeste”.
 
   Para terminar, el título solo es un fragmento, un instante, una frase, una idea o un concepto, como aproximación a una creación artística. En mis obras, el título está pensado como algo independiente que en su origen me tiene que servir a mí. A partir de ahí la repercusión que tenga sobre la percepción de la obra es una cuestión que compete al espectador. Mis títulos pueden ser como algo postizo, pero no dudo que añaden un factor más de misterio a la obra. Los mensajes que expreso en el título no son lo más importante, lo más cautivador es la impresión que recibe en conjunto el ojo que mira.





"El silencio y sus círculos". Acrílico sobre lienzo. 81x100. 2008.

 

Enrique Rodríguez Guzpeña