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GUZPEÑA |
| Lecturas sobre Mark Rothko. “Los artistas son seres humanos y, por tanto, su obra debe reflejar, como sucedería con cualquier personalidad humana, impulsos muy variados, incluso opuestos.” Hasta qué punto la personalidad individual y aislada es determinante en el desarrollo de la creatividad, entendida como diferenciadora entre artistas diferentes. No asistimos, por un lado, a una degradación de la individualidad, de la expresión creativa como resultado de vivencias y emociones, a favor de una universalidad despojada de todo atisbo de subjetividad, en la que se suceden obras de las que sólo se diferencia el autor que las firma; y por otro lado a múltiples variaciones de estilos y tendencias artísticas, más o menos transformadas y entremezcladas, con continuas y constantes referencias y alusiones a obras ya realizadas. Hasta qué punto podemos hablar de personalidad sin tener en cuenta el mundo globalizado, por un lado, y las múltiples vivencias e imágenes creadas con anterioridad por otros seres humanos. Qué camino debemos seguir para marcar una diferencia, si es que es necesario hacerlo. Cómo debemos reinterpretar la historia y los acontecimientos plásticos del siglo pasado para elaborar obras que sean hijas de nuestro tiempo. Qué objetivos se deben perseguir, qué ejemplos debemos seguir, a quién tenemos que hacer caso. Debemos mirar hacia nuestra propia interioridad y plasmar emociones individuales o debemos mirar hacia fuera indagando sobre la realidad que nos rodea. “En el caso de Rothko, está claro que hay un potencial definitivamente epicúreo… Sin embargo, siempre hay una actitud ascética, en oposición a esta fachada de sensaciones. Y buena parte de la densidad emocional de estas pinturas radica en lo que es casi un conflicto entre el placer y su negación, …” Podemos entender que el hecho de pintar para un artista es una necesidad natural y que como tal es necesario satisfacer esa necesidad. Podemos buscar equivalentes en necesidades naturales del ser humano, que de no ser satisfechas engendrarían dolor, pero quizás resulte un tanto simple hacerlo. Realizar la actividad de pintar supone, por tanto, satisfacer una necesidad, lo que produce un placer. Pero no se trata de obtener un placer gratuito, sino que responde a la satisfacción de una necesidad. El hedonista trata de obtener placer sin más. La finalidad de crear no es el de obtener un placer sin más, corresponde a una necesidad intelectual que debe ser satisfecha. Quizás si el fin último de la creación fuese la obtención de una sensación placentera, no existiría el arte como tal. El hecho plástico tanto a nivel manual como intelectual supone un esfuerzo en todos los niveles, con sus momentos de tensión, de frustración, de alegría y de angustia. No se pinta por gusto o por disfrute, se trabaja por necesidad natural, orgánica, intelectual o como queramos llamarla. “…quería expresar el infinito dentro de los límites de sus pinturas, y para eso, tenía que evacuar todo el desorden del mundo trivial.” No es tarea fácil eliminar el sistema de relaciones con el mundo real. No es fácil simplificar, destruyendo las conexiones con la realidad, despojar a la obra de elementos triviales. Pero profundicemos en este tema ya que quizás no se trata de perder las referencias del mundo trivial, sino de convertir las formas y los elementos que nos sirven de conexión con el mundo real en los ejes descontextualizados de una nueva realidad. Por tanto, nos podemos encontrar con que ese sistema de relaciones con el mundo real, o con el mundo trivial, es el verdadero sistema sobre el que debemos trabajar. Extraer los elementos que he venido utilizando y que han servido de punto de encuentro entre un mundo de marcada tendencia surrealista y un paisaje descontextualizado y dotarlos de una nueva dimensión. Destruir toda referencia al paisaje, entendido como marco sobre el que transitan formas en su sentido más clásico. De esta manera los elementos referenciales adquieren una dimensión puramente plástica. La otra cuestión consiste en la simplificación, en eliminar esa constante de mi personalidad de querer llenar el espacio plástico, de querer contar demasiadas cosas. Esta tarea se debe llevar a cabo con prudencia, ya que por encima de lo que queremos ser está lo que en realidad somos, y el trabajo principal de un artista es el de reencontrarse con su personalidad, que efectivamente puede ser cambiante. “En un primer momento, expresó las ideas y los planes que tenía en mente como una simple puerta por la que uno va abandonando el mundo en el que ocurrieron”. La eliminación y el transito más allá eran elementos esenciales para lo que llamaba su empresa.” Me parece un plan necesario. Ordenar y clasificar las ideas. Intentar definir un plan de actuación. Durante muchos años he pintado dejándome llevar. Existía una pequeña planificación, pero el trabajo era, en su mayor parte, puramente mecánico y automático. Las ideas y las técnicas se iban desarrollando sin más fundamento ideológico que el del trabajo constante. No vamos a decir aquí que fuese un método de actuación no válido. Pero dentro de la evolución que he ido desarrollando durante estos años, ha llegado un momento en el que creo que es imprescindible reorganizar algunas ideas y elaborar un pequeño guion de trabajo. Pensar en lo que estoy haciendo, observar que es lo que busco, lo que pretendo, y trabajar en busca de un objetivo. De qué manera debe producirse este abandono definitivo de lo real y de lo surreal, es algo que irá madurando poco a poco con el trabajo. Creo que la tuerca debe dar otra vuelta. “Se refería al hecho de vaciar el mundo cotidiano, como Nietzsche dijo que el artista debía hacer para hablar de lo mítico o de lo eterno. Rothko habló de eliminar todos los obstáculos que hay entre el pintor y su idea, y entre la idea y el espectador, …” Eliminar los obstáculos que hay entre el pintor y su idea. Para empezar que entendemos por idea. Son varias las definiciones elementales que nos encontramos. Imagen ideal de un objeto. Representación mental de una cosa real o imaginaria. Concepción elemental, noción general de una cosa. Fondo, parte sustancial de un razonamiento. Es evidente que sin profundizar en el concepto de idea y lo que ésta significa, el primer obstáculo con el que el pintor se encuentra es el de la transmisión de la imagen mental o la del mundo ideal, al mundo de lo material, de lo tangible, ya que la pintura en sí misma y su superficie escapan claramente del mundo de las ideas, mundo claramente intangible. El segundo obstáculo se deriva de esa primera apreciación, ya que toda idea que el artista posee no se puede trasmitir al medio plástico, sino transformada. Por dos razones. La primera habla de las diferentes características del medio mental y del físico; imposible que se asemejen. La segunda habla de la inmediatez del mundo de las ideas, ya que estas evolucionan y transforman a la vez que el medio inmaterial en el que habitan, la mente humana. El resto de los obstáculos no se deberían ni nombrar, ya que hacen referencia a factores de relación del artista con el mundo del arte y con la apreciación del espectador. En muchas ocasiones el artista cede terreno ante las presiones, en detrimento del desarrollo de la idea. La idea nos acerca a conceptos, más que a representaciones anecdóticas. Pero representar un concepto, una idea, sin caer en lo trivial, en lo literario o en lo anecdótico, me parece algo verdaderamente complejo y sinceramente creo que en realidad es algo imposible de conseguir. Y lo digo pensando en muchas corrientes y tendencias: jugar con la sintaxis no deja de ser algo anecdótico, descontextualizar objetos no deja de ser una idea ya demasiado recurrente, resumir la forma y los objetos a la mínima expresión, sin dejar de ser un intento de llegar a la idea, al concepto, no deja de ser un empeño imposible de conseguir. Por qué claro, llegados a este extremo, el acto puramente artístico es el de cerrar los ojos y mediante una cierta dosis de meditación profundizar en las interioridades del alma, si es que existe. Tampoco creo que sea cuestión de esto, ni de lo otro, ni lo de las ruedas de molino. La idea existe, es evidente, y el empeño del artista de eliminar los obstáculos que existen entre la idea y su plasmación sobre el soporte plástico debe ser el camino que seguir. Analizando las definiciones filosóficas de idea llegamos a otro escollo difícilmente salvable: “Todo lo que es concebido por el espíritu, por oposición a las imágenes y fantasías producidas por la imaginación”. La cuestión se nos vuelve verdaderamente complicada si intentamos enlazarla con el hecho puramente plástico. Creo que tampoco se deben cruzar barreras por el hecho de ser más listo que nadie. Para mí la idea de la creación artística reside en la mente y se adereza con la inteligencia y la cultura visual recibida. La idea de las cosas es un concepto y los conceptos pueden ser transmitidos de muchas maneras. El concepto de paz o de belleza puede ser transmitido con ideas diferentes, digamos con métodos y maneras pictóricas muy diferentes. Creo que ahí no me interesa llegar (puedo hacer un arte agradable o desagradable, puedo ser más crítico o menos crítico con el mundo, puedo ser un analista o un compulsivo, puedo ser metódico o puramente libre). Me preocupa más la idea como imagen mental y la forma de transmitirla al lienzo. La idea como imagen mental no es algo que permanezca inalterable, es algo que evoluciona, que cambia a medida que conocemos nuevos mundos y que modificamos con nuestra propia inteligencia. “De todos los europeos, Miró es el que más insistió en el carácter poético de la pintura moderna y el que más buscó, con su sugestivo simbolismo, una atmósfera mítica capaz de convertirse, como dijo Nietzsche, en “una imagen concentrada del mundo”. La transparencia al servicio de la transcendencia parecía ser una posible vía”. Almanza, mayo de 2004. ![]() "Terminal 28". Acrílico sobre lienzo. 195x195. 2003. |
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Enrique Rodríguez Guzpeña |